RESUMEN
Cada vez más pacientes trasplantados hepáticos durante la edad pediátrica alcanzan la adultez debido al aumento en las tasas de sobrevida a largo plazo, por lo que requieren continuar su atención en un centro de adultos. Este pasaje entre centros se asocia con peores resultados clínicos y mayor mala adherencia, debido al momento de vulnerabilidad que representa este momento en la atención médica y por el mismo momento vital atravesado por el paciente adolescente. La mayoría de los centros de trasplantes establecieron programas de transición para mejorar estos resultados. Para que estos programas sean efectivos, deben conocerse las barreras y los facilitadores de adherencia tanto en el paciente como en su entorno. El objetivo de este trabajo es reconocer estos factores de riesgo y su relación con mala adherencia y resultados clínicos, y realizar un seguimiento a corto plazo de los pacientes transferidos a un centro de atención de adultos. Para esto, se realizó una encuesta pre y post derivación a una cohorte de pacientes adolescentes del Hospital Garrahan. Para medir mala adherencia se utilizaron métodos objetivos y subjetivos, cada uno de los cuales correlacionó con distintos factores de riesgo, como presencia de violencia, consumo de sustancias y déficit educativo. Como conclusión, medir la mala adherencia es complejo debido a que su origen es multifactorial. Al parecer, combinar cuestionarios validados con entrevistas no estructuradas es la estrategia más efectiva para detectar mala adherencia en la consulta médica. Luego, las variables psicosociales están cobrando cada vez más relevancia y deben ser consideradas en los programas de transición de los servicios de trasplante si se quiere lograr un seguimiento a largo plazo exitoso (AU)
An increasing number of pediatric liver transplant patients reach adulthood due to the increase in long-term survival rates, and therefore require continued care in an adult center. This transition between centers is associated with worse clinical outcomes and poorer adherence, due to the vulnerability that this moment in medical care represents and the same vital moment that the adolescent patient goes through. Most transplant centers have established Transition Programs to improve these outcomes. For these programs to be effective, the barriers and facilitators of adherence in both the patient and their environment should be known. The aim of this study was to identify these risk factors and their relationship with poor adherence and clinical outcomes, and to perform a short-term follow-up of patients transferred to an adult care center. For this purpose, a pre- and post-referral survey was conducted on a cohort of adolescent patients from the Garrahan Hospital. Objective and subjective methods were used to measure poor adherence, each of which correlated with different risk factors, such as the presence of violence, substance use, and educational deficits. In conclusion, measuring poor adherence is complex because its origin is multifactorial. Combining validated questionnaires with unstructured interviews seems to be the most effective strategy for detecting poor adherence in the medical consultation. Therefore, psychosocial variables are becoming increasingly relevant and should be considered in the Transition Programs of transplantation services if a successful longterm follow-up is to be achieved (AU)